Descubriendo el bosque seco San Diego La Barra

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Antes de aventurarme por aquel oscuro agujero, los guías me revelaron que dentro existían varias especies de murciélago y que eran inofensivos.

La promesa de adentrarme 200 metros bajo tierra, a través de cuevas volcánicas, despertó mi adrenalina y me lancé. El descenso inició con una maniobra de piernas y piedras, mientras la oscuridad comenzaba a tragar la luz. En cuestión de segundos, mis pupilas se dilataron y mi tacto empezó a descubrir nuevas texturas.

A medida avanzaba, visualicé los murciélagos que parecían seguir nuestros movimientos con atención, de repente comenzaron a revolotear de manera ininterrumpida sobre nosotros. Después de los primeros 50 metros, es posible encontrar una ventana de luz.Ese es el momento adecuado para decidir si continuar con la aventura o volver al exterior.

Dispuse avanzar y esta vez el camino  se volvió más escabroso y angosto. A los 150 metros, la oscuridad es densa y el silencio permite escuchar la respiración y el palpitar sin mayor esfuerzo. Las linternas intentan captar los colores  de los minerales en la piedra, mientras los murciélagos parecen dar la bienvenida a la mítica Ciudad Gótica. La cueva parece no tener fin.

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