Uno de los personajes de ficción que más admiro es Yavanna, parte del mundo mitológico creado por J. R. R. Tolkien en El Silmarilion, obra póstuma.
No entraré en explicaciones sobre de dónde procede y quiénes son sus hermanos, solo diré que es uno de los Valar y su nombre quiere decir: Yavanna (dadora de frutos) y Kementári (reina de la tierra). Como se trata de un espíritu, la historia dice que ella adoptaba la forma de un árbol de donde cae un rocío dorado y hace brotar trigo de la tierra estéril.
Tolkien, creo, amaba este personaje y le dio mucho poder pues él mismo era amante de la naturaleza, de los caballos y animales en general, de la vida sencilla de la campiña. Por eso a los animales los dotó de poderes mágicos y de nobleza indescriptible (como es el caso de Sombragris el meara y de Huan el perro lobo).
Volviendo a Yavanna, ella sembró las semillas por toda la tierra y una vez surgieron las “lámparas” brotaron y crecieron. Pero Melkor las destruyó. Ella junto con Nienna crearon dos árboles majestuosos, uno dorado y otro plata, para iluminar el mundo (Telperion y Laurelin), Nienna los regó con sus lágrimas y Yavanna los hizo crecer con su canto.
Los hijos de Ilútavar (elfos y hombres) así como los enanos no respetaban las creaciones de Yavanna, en especial su creación más preciada que eran los árboles pues estos no podían defenderse… Así surgen los Ents, pastores de árboles. A ella le daba servicio el maia Aiwendil o Radagast, quien tuvo una breve aparición en la última película El Hobbit.
En su obra, Tolkien insiste en redimir a aquellos más débiles, tanto es así que quienes talan árboles solo pueden tener el rostro de un orco, desfigurado y sin control sobre lo que hacen, pues alguien con mayor maldad les hace actuar. Así veía el mundo… Me pregunto ¿qué opinión tendría ahora?
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